En el cruce de Periférico e Insurgentes, subsiste un geositio excepcional ligado al volcán Xitle: Cuicuilco.
La diversidad ecológica de este espacio ha permanecido gracias a la delimitación de la Zona Arqueológica, explica la investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Lilian García-Alonso Alba, responsable de la iniciativa que busca que el área sea declarada por autoridades de Cultura como Patrimonio Biocultural.
Promovida por la ENAH y el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), busca preservar la flora del sitio, “para la investigación, enseñanza y aplicación en procesos de conservación y rehabilitación sostenible”, informa un comunicado.
“Muchas de las plantas endémicas de los pedregales de Cuicuilco fueron utilizadas para elaborar productos culturales y, aún hoy, pueden usarse como material adhesivo, de limpieza y para repeler insectos, por mencionar algunos usos”, detalla García-Alonso, quien reconoce los esfuerzos de otras instancias en el reconocimiento de esta biodiversidad, como la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, que “en 171 hectáreas y un área de amortiguamiento de otras 66 hectáreas, habitan cerca de 300 especies de plantas, 800 de artrópodos y 30 especies de mamíferos, entre otros vertebrados”.
“Existe una identificación de todo ello, pero, cuando a los materiales vivos, sobre todo las plantas, no se les relaciona de forma directa con otro uso y no se les concibe como herencia biocultural, se pierden sus posibilidades de investigación.
“El estudio integral de los pedregales de Cuicuilco busca reconocer algunas de esas plantas. Por ejemplo, las saponinas de los agaves tienen tradición de uso como jabones, y su eficacia se ha probado científicamente en la limpieza de lanas, sedas, y demás”, comenta la especialista del INAH.
De acuerdo con la experta, hay otros usos de las plantas se la zona, como las cactáceas, “toda la familia de los nopales y el uso de su mucílago para construcción en tierra, con morteros de cal; los colorantes que derivan de los xochipallis, adhesivos de orquídea, fibras que se utilizaron en cestería y textiles”.
A partir de su iniciativa de reconocer el valor de Cuicuilco, concluye, las comunidades académicas y la sociedad en general, “pueden aprender o reaprender de estas herencias bioculturales”.
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